No es lo mismo vivir, experimentar y transitar en las ciudades siendo una mujer joven o un adolescente, homosexual, migrante, o una mujer mayor que vive sola y que tiene que moverse con un caminador en el espacio público, o una joven madre circulando con su bebé en cochecito y cargada del abastecimiento para su casa. Estas personas vivirán los espacios de manera diferente y sus experiencias cotidianas en los territorios que habitan serán disímiles, también según las condiciones situadas de esos territorios, así como en relación con sus necesidades diferenciadas (Falú, 2019)

Las ciudades no son iguales para varones y mujeres, y las mujeres tampoco son iguales entre sí, pues están atravesadas por identidades plurales y multiculturales diversas: etnia, clase, edad, identidad de género, orientación sexual, discapacidad, situación de movilidad humana, origen, entre otras.

La vida en las ciudades contiene experiencias y demandas específicas para mujeres y disidencias, quienes enfrentan mayores vulnerabilidades. El Derecho de las mujeres a la ciudad, es una herramienta conceptual fundamental para pensar en clave de ciudades feministas que coloquen en el centro de la agenda y la planificación la vida cotidiana y las demandas de las mismas. Es necesario así:

• Politizar e incorporar la dimensión de la vida cotidiana, en las distintas escalas de los territorios que habitamos, y en los se debería integrar lo reproductivo y productivo de nuestras sociedades.


• Recoger, poner en valor, la diversidad de voces y experiencias de las mujeres ciudadanas, rompiendo así con la estandarización de sujetos, cuerpos, vivencias y deseos.